He seguido de cerca la carrera musical de Miguel Bosé desde sus inicios en 1976, cuando con su primer disco LP “Linda” y su primer sencillo homónimo lanzó al mercado su estantería de sueños y quimeras siendo él un joven que aunque singular, apenas contaría veinte años. Desde entonces cada uno de sus trabajos recibió una amplia cobertura televisiva y radial, en parte por su nada común historia personal ( hijo de una famosa y bella modelo italiana -Lucía Bosé - con el también ícono del arte taurino de la época Miguel Dominguín, ahijado predilecto _dicen_ del también controversial Pablo Picasso) No hay nada que no haya sido escrito, dicho, especulado sobre el hombre y su misterio, sobre el artista y su obra; sin embargo los esbozos del espíritu de “Salamandra” que morase en él, no fueron disueltos ni por lo años ni por las cenizas de tantas hogueras que se levantaran en torno a este hombre: Miguel Bosé es, fue y seguirá siendo siempre unique _único con toda la fuerza sonora y fonética de la “qu”_ irrepetible; cual verdadero artista que es. Su obra es más que una región transparente un velo entretejido, orgánico y plasmado de smog, de huesos y gasolina de motores gastados, de niebla nocturna con el tequila servido en la barra de un bar de mala muerte.
Me atrevo a apostar que este cincuentón no nos ha develado más allá de lo que quiso (demostrando así su cualidad de Salamandra) en una vasta, larga y fructífera carrera, llena de éxito y fortuna _tanto como él decide_ Miguel es un hombre de un siglo futuro, incomprendido e incierto, sabio y loco, genio del absurdo, de la vanguardia y de la optimización de los recursos musicales; vasto, amplio como un horizonte, sosegado… como un secreto al que para acceder hay que iniciarse.
En hora buena por la Salamandra de Bosé…!
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