Publicado por: Gabriela Saenz
OCTAVIO PAZ 31 de marzo de 1914 - 20 de abril de 1998
“…Un mundo nace cuando dos se besan...”
“Cada poema es único. En cada obra late, con mayor o menor grado, toda la poesía…”
El pasado mes de Abril se cuentan diez años del fallecimiento de Octavio Paz, pensador, ensayista, poeta y diplomático mexicano. Con este motivo en la Ciudad de México se han programado para el mes de Mayo en curso una serie de eventos culturales para conmemorar _y rememorar_ la presencia de este hombre en los foros culturales, muy en especial su legado al campo de la Literatura, el cual lo hiciera merecedor al Nobel.
Octavio Paz nació y murió en la Ciudad de México. Gran impulsor de las letras mexicanas, se mantuvo siempre en el centro de la discusión artística, política y social del país. Su poesía se adentró en los terrenos del erotismo pues como el mismo dijese "Erotismo y poesía: el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje..." y en la experimentación formal y la reflexión sobre el destino del hombre. Fue personaje siempre activo de los escenarios políticos y sociales de su tiempo y sus puntos de vista _siempre expresados con total honestidad_ le valieron el rechazo de muchos, la admiración de otros tantos y de manera inequívoca, el respeto unísono de sus contemporáneos. "La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces." Paz siempre resultó acertivo y agudo, sagáz en su pronunciarse, pero también definitivo y respetuoso de otros modos de pensar y de “idear” el mundo.
Pese a su precocidad Octavio Paz se consideró a sí mismo poeta tardío; en charla con Monsivais le dijera: “nada de lo que escribí en mi juventud me satisface, en 1933 publiqué una plaquette, y todo lo que hice durante los diez años siguientes fueron borradores de borradores. Mi primer libro, mi verdadero primer libro, apareció en 1949: Libertad bajo palabra”... Parece que el escritor es superado por la humildad, pues su su obra no solo es prolífica, sino que siempre fué muy bien recibida por la crítica especializada y lo más definitivo, por el lector. Tanto el lector de su ensayo político, afilado, el de su prosa más existencial, y el de su poética, una mezcla de profundidad puesta al servicio de la verdad y su búsqueda como razón de vida, todos pudieron enriquecerse del pensamiento y obra del autor del "Laberinto de la Soledad" a través de los diversos medios de expresión que fueron casi cómplices de sus alegatos y ponencias (recordemos sus tan comentados programas en la televisión mexicana) sus disertaciones y confrontaciones con la causa ultima de la costumbre social; sobre los dialogos, sobre las lecturas, sobre todo razocinio elemental y en especial sobre el origen del mundo "ideal" o de las ideas _y por tanto el más puro y el más abstracto_ Todos ellos ensayos expresados en diversas revistas y periódicos, (muchos de los cuales apadrinó e incluso, gestó) y en sus múltiples libros publicados.
Si para Paz Libertad bajo palabra es su primer libro serio pudiera ser porque de inicio el título es ya en sí mismo una imagen de peso, una imagen fuerte y transformadora que sin embargo es capáz de transportar a un paraíso de versos y de besos ( ..."Un mundo nace cuando dos se besan...") es una imagen de esas que revolucionan al contacto, al leerse... libertad… bajo palabra: [El arraigo, el sometimiento del pensamiento al silencio, el préstamo hipotecario que nos mantiene sitiados a besar la mano que, aunque nos alimenta, también nos oprime. Es el amor no correspondido (mejor dicho, mal correspondido) por una causa que se traiciona así misma en aras del mejor postor, de la mejor oferta.]
De sus múltiples trabajos he seleccionado un poema del cual me he permitido subrayar algunas palabras que me parecen claves en la odisea de descifrar _leyendo “entre líneas” _ el cielo del que se desprenden todos los misterios del poeta y, en el que destaca en mi parecer por su profunda Ascesis a sí mismo: Paz siempre fue y seguirá siendo Paz…
ELEGÍA INTERRUMPIDA
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
De una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
Codicia de la boca
al hilo de un suspiro suspendida,
ojos que no se cierran y hacen señas
y vagan de la lámpara a mis ojos,
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse...
¿Y me invitó a morir esa mirada?
Quizá morimos sólo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al que se fue por unas horas
y nadie sabe en qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
suenan sus pasos, sube, se detiene...
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
Acecha en cada hueco, en los repliegues,
vaga entre los bostezos, las afueras.
Aunque cerremos puertas, él insiste.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de yelo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
soy el error final de sus errores.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
Montón de días muertos, arrugados
periódicos, y noches descorchadas
y en el amanecer de párpados hinchados
el gesto con que deshacemos
el nudo corredizo, la corbata,
y ya apagan las luces en la calle
¿saluda al sol, araña, no seas rencorosa?
y más muertos que vivos entramos en la cama.
Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío.