Publicado por: Gabriela Sáenz
Hace pocos días estuve en la presentación del cuarto libro de poemas de la pintora y poeta regiomontana Rosa María Elizondo, al que bautizó como "La lluvia era miel". Publicado por EdicionEs Oficio y presentado en la Galería Regia (ubicada en el Barrio Antiguo de nuestra querida Monterrey) el evento se dió en el marco del vigésimo aniversario de la revista homónima Oficio, y estuvo a cargo de los escritores Armando Alanís y Eligio Coronado.
Luego de la introducción a cargo de Arnulfo Vigil, poeta y periodista fundador de la publicación, y tras la lectura de los discursos de los presentadores, Rosa Ma. tomó la palabra, y con ello, en una combinación lírica de voz templada y emoción, el vértigo de sus poemas ametralló con su cúmulo de imágenes, una carga colorista de combustión en forma de expresiones poéticas sin regla, y cuyo evidente contorno plástico está más allá de toda calificación.
Me parece que la poeta toma en este, su nuevo libro, el riesgo de transportar la letra de sus versos al camino sinuoso de la imagen visual: del cine y los cortometrajes, de la escultura y la pintura. Cierto que darle lectura a su texto desde la butaca tradicional del lector que está familiarizado con la obra anterior de Rosa María, es comprar boleto para una función en la que abundarán interrogantes, y de la que seguramente más de uno resulte confuso; es decir, sin saber si se trata de la propia falta de comprensión lo que impide abarcar la tónica del texto, o se trata simplemente de un libro que no la tiene. Creo que el caso de La lluvia era miel es el primero: la verdad es que para hacer abstracciones hay que saber hacer concreciones., para deformar un cuerpo humano hay que saber de memoria su métrica, sus dimensiones, su posibilidad de textura, y al detalle como baña la luz y la sombras los contornos de su forma; en pocas palabras: no es posible deshacer lo que no se sabe hacer a la perfección. Y me parece que Rosa María Elizondo propone con honestidad y sin juegos el resultado de su búsqueda como artista, y en especial, como poeta, que es en este artículo lo que me atañe citar.
Me parece que la autora busca y re-busca una nueva receta para hacer el pan que tanto y tan bien sabe hacer.
Si se asume el riesgo de hojear este libro y se tiene la ventura de saber asir con firmeza y fortuna a lo que tan atinadamente califica Alanís como el papalote trazado de palabras con el que su autora juega, el resultado de este paseo por las nubes delirantes por momentos de esta poética tan diferente, el resultado bien podría ser uno que nos lleve al encuentro con una propuesta vanguardista y original.
Bajo el sol vuela una línea de mariposas con aroma de albaricoque en la pintura rupestre me quiere me quiere matar el alacrán.- (fragmento. La lluvia era miel).
en estremecimientos olfatean bajo el sol una línea de mariposas con aroma de albaricoque sobre la pintura rupestre pintan leyendas sin rubricar esencias sudores dedos eclipses angustias temores bisontes caballos un círculo un aflecha apartan lo spájaros de la espuma y se beben la entrada del arcoiris de esta noche triste y lasciva (me dices) ¿porqué Dios me mandó sin alas?
En la mitad del mundo.- (fragmento. La lluvia era miel)
si yo fui de ti travesía ala hierbabuena de milagro usted en el sueño sin estar dormido las llamas le llamaban casa puerta cielo regresar de partir de nuevo en la era que no era para comerlo me persigno por Dios tantos tanto toros muertos ensangrentados baños de cruces en las plazas reconócelo consolación cofradía días éramos invisibles brincados sin completar tomada agua en nudos lo que aún tazas de té de coca sin ti en el ombligo del mundo sin vaciar cántaros quemados enfermos de agua-mar
Jessy Doll.- (fragmento tomado de su tercer libro: Arbol tinta en agua)
Luego de la introducción a cargo de Arnulfo Vigil, poeta y periodista fundador de la publicación, y tras la lectura de los discursos de los presentadores, Rosa Ma. tomó la palabra, y con ello, en una combinación lírica de voz templada y emoción, el vértigo de sus poemas ametralló con su cúmulo de imágenes, una carga colorista de combustión en forma de expresiones poéticas sin regla, y cuyo evidente contorno plástico está más allá de toda calificación.
Me parece que la poeta toma en este, su nuevo libro, el riesgo de transportar la letra de sus versos al camino sinuoso de la imagen visual: del cine y los cortometrajes, de la escultura y la pintura. Cierto que darle lectura a su texto desde la butaca tradicional del lector que está familiarizado con la obra anterior de Rosa María, es comprar boleto para una función en la que abundarán interrogantes, y de la que seguramente más de uno resulte confuso; es decir, sin saber si se trata de la propia falta de comprensión lo que impide abarcar la tónica del texto, o se trata simplemente de un libro que no la tiene. Creo que el caso de La lluvia era miel es el primero: la verdad es que para hacer abstracciones hay que saber hacer concreciones., para deformar un cuerpo humano hay que saber de memoria su métrica, sus dimensiones, su posibilidad de textura, y al detalle como baña la luz y la sombras los contornos de su forma; en pocas palabras: no es posible deshacer lo que no se sabe hacer a la perfección. Y me parece que Rosa María Elizondo propone con honestidad y sin juegos el resultado de su búsqueda como artista, y en especial, como poeta, que es en este artículo lo que me atañe citar.
Me parece que la autora busca y re-busca una nueva receta para hacer el pan que tanto y tan bien sabe hacer.
Si se asume el riesgo de hojear este libro y se tiene la ventura de saber asir con firmeza y fortuna a lo que tan atinadamente califica Alanís como el papalote trazado de palabras con el que su autora juega, el resultado de este paseo por las nubes delirantes por momentos de esta poética tan diferente, el resultado bien podría ser uno que nos lleve al encuentro con una propuesta vanguardista y original.
Bajo el sol vuela una línea de mariposas con aroma de albaricoque en la pintura rupestre me quiere me quiere matar el alacrán.- (fragmento. La lluvia era miel).
en estremecimientos olfatean bajo el sol una línea de mariposas con aroma de albaricoque sobre la pintura rupestre pintan leyendas sin rubricar esencias sudores dedos eclipses angustias temores bisontes caballos un círculo un aflecha apartan lo spájaros de la espuma y se beben la entrada del arcoiris de esta noche triste y lasciva (me dices) ¿porqué Dios me mandó sin alas?
En la mitad del mundo.- (fragmento. La lluvia era miel)
si yo fui de ti travesía ala hierbabuena de milagro usted en el sueño sin estar dormido las llamas le llamaban casa puerta cielo regresar de partir de nuevo en la era que no era para comerlo me persigno por Dios tantos tanto toros muertos ensangrentados baños de cruces en las plazas reconócelo consolación cofradía días éramos invisibles brincados sin completar tomada agua en nudos lo que aún tazas de té de coca sin ti en el ombligo del mundo sin vaciar cántaros quemados enfermos de agua-mar
Jessy Doll.- (fragmento tomado de su tercer libro: Arbol tinta en agua)
Hay que esperar.../
desanudar de tus muebles la tempestad./
De nosotras se sabe nuestro fuerte aroma de luna/
nos crece nostalgia por la espalda/
un huracán donde nos saturaron los ojos/
nos castraron la historia/
nos dieron de comer sopa con demasiada lluvia./
No hay más princesa/
que tus ojos ingenuos mi Jessy Doll/
el jabón de coco en tu dulce bucle/
las mordidas fragancias/
del bosque de acero de nuestra voz./
desanudar de tus muebles la tempestad./
De nosotras se sabe nuestro fuerte aroma de luna/
nos crece nostalgia por la espalda/
un huracán donde nos saturaron los ojos/
nos castraron la historia/
nos dieron de comer sopa con demasiada lluvia./
No hay más princesa/
que tus ojos ingenuos mi Jessy Doll/
el jabón de coco en tu dulce bucle/
las mordidas fragancias/
del bosque de acero de nuestra voz./
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