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viernes, 10 de abril de 2009

Casa de Sueños... Casa Natal: FELIPE MONTES




Publicado por: Gabriela Sáenz

Madrugada

Avanzamos por el fondo de barrancos, subimos
y bajamos lomas, acariciamos
con los pies el cuerpo de la tierra,
los mezquites marcan nuestras frentes.

En el interior de la tienda reconocemos
el mismo rigor de afuera, el mismo
filo en los cuchillos del aire,
la enredadera helada cuya semilla
colocaron nuestros padres,
hoguera reducida a brasas
por el peso de las familias, por ese revolotear
de hijos recién concebidos.

Es necesario olvidar
y buscar la memoria bajo la tierra,
bajo los espinos, bajo la arcilla azul
en que otras manos modelaron este valle
.

Ventanales

Del cristal, de su abdomen solar,
de la ceguera niña de esta casa
que tienta las calles
surge la llama negra en la que el sueño anida.

De la sangre transparente, del cielo
que da golpecitos para que le abra
sin que lo escuche,
parten los muebles, las estrellas y las cosas.

Nunca quise vivir en otro lado, nunca
envidié la luz, los aromas,
pero ahora repito en mi conciencia
el oscuro vaivén de su nostalgia.

Ruinas que viajan, oleadas de aire fresco
visitantes, curvilíneas,
asomando una nariz aquí, un fleco allá,
ojos de vidrio escarbando en mi casa,
esta casa de flores y cimientos,
casa clara en que los pasos han sido desechados.

Soy un ser terrestre

Debo presentar al río, a la calle,
a esa pareja, torre de iglesia y monumento
manchado por palomas,
hablar de las piedras, de los días,
la plaza, el puente, distancias
que se tuercen y pretenden
que caiga yo también en sus engaños.

Debo recordar aquella boca de noche,
de niebla y luces a lo lejos, hallar
el código secreto de los sauces,
desentrañar
el modo en que las nubes se acarician.

Debo exigir a cada hoja seca de identidad,
procedencia y destino, hurgar
en el cerebro gris de estas colinas
y despertar así a cada ángel apresado.

No me cierren sus puertas, no corten
mis pies, ya es tarde para eso:
soy un ser terrestre y mi medida
la común en los humanos,
soy un ser terrestre y vengo
a desenterrar tesoros,
soy un ser terrestre que carga
cadenas pero no pide la llave.

No intenten cerrar mis ojos con sus
manos de granito
ya es tarde para eso:
mi voz y el viento han entrado a sus gargantas.

Andrea

¿Por qué no hablaste tú, si yo callé
en aquel patio cuyas piedras aún guardo
en mis rodillas?
¿Esperabas alguna señal, crecer, entender los rostros
de las nubes?

Ahora el viento carga los granos de arcilla
que cayeron de mis ojos,

el río arrulla a la ciudad
golpeando las almas de sus muertos,
nuestros muertos.

¿A dónde fuiste, Andrea? ¿Por qué
pensé en hablarte, si tu aliento
se enroscó en mi boca?


Es necesario olvidar y buscar la memoria bajo la tierra, bajo los espinos, bajo la arcilla azul… continuar a pesar del bagaje y del peso como roca de los sueños; de los inciertos sueños. Felipe Montes es poeta consagrado a la tierra; a su tierra, a su estirpe. Poeta de versos y luciérnagas que gestan a voces, el silencio que trepa por las gargantas-raíces. Poeta que narra desde las noches estrelladas y peregrinas, y que, a saltitos, se toma las almohadas y la voz-desierto del regiomontano universal: uno que de a de veras se sabe sólo anchura, sólo polvo. Para descifrar al escritor desde la plataforma de su vasto trabajo, basta mirar el Cielo que sostienen nuestros hombros de trabajo, el Cerro de la Silla y la “Eme”, el Cerro de la Campana y el del Obispado… reposando impasibles bajo el sol reluciente de este Monterrey que nos cobija: Montes es poeta de lo cierto que yace – o subyace- en lo incierto; poeta de nardos que sangran, suicidas y delirantes; narrador feroz y encarnecido de una generación que no da tregua: inmutable en apariencia, carcomida por la culpa en las entrañas y, sin duda, arrodillada ante sí misma.


Obra Publicada: Casa Natal (poesía), Catedrales (poesía), El Vigilante (Novela), Sólido Azul (Novela), El Enrabiado (Novela), El Evangelio del Niño Fidencio (Novela).



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