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sábado, 26 de septiembre de 2009

Xavier Villaurrutia : de sus Nocturnos pesares


Nocturno

Todo lo que la noche
dibuja con su mano
de sombra:
el placer que revela,
el vicio que desnuda.

Todo lo que la sombra
hace oír con el duro
golpe de su silencio:
las voces imprevistas
que a intervalos enciende,
el grito de la sangre,
el rumor de unos pasos
perdidos.

Todo lo que el silencio
hace huir de las cosas:
el vaho del deseo,
el sudor de la tierra,
la fragancia sin nombre
de la piel.

Todo lo que el deseo
unta en mis labios:
la dulzura soñada
de un contacto,
el sabido sabor
de la saliva.

Y todo lo que el sueño
hace palpable:
la boca de una herida,
la forma de una entraña,
la fiebre de una mano
que se atreve.

¡Todo!
circula en cada rama
del árbol de mis venas,
acaricia mis muslos,
inunda mis oídos,
vive en mis ojos muertos,
muere en mis labios duros.

Nocturno de amor

A Manuel Rodríguez Lozano

El que nada se oye en esta alberca de sombra
no sé cómo mis brazos no se hieren
en tu respiración sigo la angustia del crimen
y caes en la red que tiende el sueño.
Guardas el nombre de tu cómplice en los ojos
pero encuentro tus párpados más duros que el silencio
y antes que compartirlo matarías el goce
de entregarte en el sueño con los ojos cerrados
sufro al sentir la dicha con que tu cuerpo busca
el cuerpo que te vence más que el sueño
y comparo la fiebre de tus manos
con mis manos de hielo
y el temblor de tus sienes con mi pulso perdido
y el yeso de mis muslos con la piel de los tuyos
que la sombra corroe con su lepra incurable.
Ya sé cuál es el sexo de tu boca
y lo que guarda la avaricia de tu axila
y maldigo el rumor que inunda el laberinto de tu oreja
sobre la almohada de espuma
sobre la dura página de nieve
No la sangre que huyó de mí como del arco huye la flecha
sino la cólera circula por mis arterias
amarilla de incendio en mitad de la noche
y todas las palabras en la prisión de la boca
y una sed que en el agua del espejo
sacia su sed con una sed idéntica
De qué noche despierto a esta desnuda
noche larga y cruel noche que ya no es noche
junto a tu cuerpo más muerto que muerto
que no es tu cuerpo ya sino su hueco
porque la ausencia de tu sueño ha matado a la muerte
y es tan grande mi frío que con un calor nuevo
abre mis ojos donde la sombra es más dura
y más clara y más luz que la luz misma
y resucita en mí lo que no ha sido
y es un dolor inesperado y aún más frío y más fuego
no ser sino la estatua que despierta
en la alcoba de un mundo en el que todo ha muerto.


Nocturno de la alcoba

La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.

Es cóncava y oscura y tibia y silenciosa,
se pliega en las cortinas en que anida la sombra,
es dura en el espejo y tensa y congelada,
profunda en las almohadas y, en las sábanas, blanca.

Los dos sabemos que la muerte toma
la forma de la alcoba, y que en la alcoba
es el espacio frío que levanta
entre los dos un muro, un cristal, un silencio.

Entonces sólo yo sé que la muerte
es el hueco que dejas en el lecho
cuando de pronto y sin razón alguna
te incorporas o te pones de pie.

Y es el ruido de hojas calcinadas
que hacen tus pies desnudos al hundirse en la alfombra.

Y es el sudor que moja nuestros muslos
que se abrazan y luchan y que, luego, se rinden.

Y es la frase que dejas caer, interrumpida.
Y la pregunta mía que no oyes,
que no comprendes o que no respondes.

Y el silencio que cae y te sepulta
cuando velo tu sueño y lo interrogo.

Y solo, sólo yo sé que la muerte
es tu palabra trunca, tus gemidos ajenos
y tus involuntarios movimientos oscuros
cuando en el sueño luchas con el ángel del sueño.

La muerte es todo esto y más que nos circunda,
y nos une y separa alternativamente,
que nos deja confusos, atónitos, suspensos,
con una herida que no mana sangre.

Entonces, sólo entonces, los dos solos, sabemos
que no el amor sino la oscura muerte
nos precipita a vernos cara a los ojos,
y a unirnos y a estrecharnos, más que solos y náufragos,
todavía más, y cada vez más, todavía.


Nocturno de la estatua

A Agustín Lazo

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.

Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las fichas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño».

Nocturno de los ángeles

Se diría que las calles fluyen dulcemente en la noche.
Las luces no son tan vivas que logren desvelar el secreto,
el secreto que los hombres que van y vienen conocen,
porque todos están en el secreto
y nada se ganaría con partirlo en mil pedazos
si, por el contrario, es tan dulce guardarlo
y compartirlo sólo con la persona elegida.

Si cada uno dijera en un momento dado,
en sólo una palabra, lo que piensa,
las cinco letras del «DESEO» formarían una enorme cicatriz luminosa,
una constelación más antigua, más viva aún que las otras.
Y esa constelación sería como un ardiente sexo
en el profundo cuerpo de la noche,
o, mejor, como los Gemelos que por vez primera en la vida
se miraran de frente, a los ojos, y se abrazaran ya para siempre.

De pronto el río de la calle se puebla de sedientos seres,
caminan, se detienen, prosiguen.
Cambian miradas, atreven sonrisas,
forman imprevistas parejas…

Hay recodos y bancos de sombra,
orillas de indefinibles formas profundas
y súbitos huecos de luz que ciega
y puertas que ceden a la presión más leve.

El río de la calle queda desierto un instante.
Luego parece remontar de sí mismo
deseoso de volver a empezar.
Queda un momento paralizado, mudo, anhelante
como el corazón entre dos espasmos.

Pero una nueva pulsación, un nuevo latido
arroja al río de la calle nuevos sedientos seres.
Se cruzan, se entrecruzan y suben.
Vuelan a ras de tierra.
Nadan de pie, tan milagrosamente
que nadie se atrevería a decir que no caminan.

¡Son los ángeles!
Han bajado a la tierra
por invisibles escalas.
Vienen del mar, que es el espejo del cielo,
en barcos de humo y sombra,
a fundirse y confundirse con los mortales,
a rendir sus frentes en los muslos de las mujeres,
a dejar que otras manos palpen sus cuerpos febrilmente,
y que otros cuerpos busquen los suyos hasta encontrarlos
como se encuentran al cerrarse los labios de una misma boca,
a fatigar su boca tanto tiempo inactiva,
a poner en libertad sus lenguas de fuego,
a decir las canciones, los juramentos, las malas palabras
en que los hombres concentran el antiguo misterio
de la carne, la sangre y el deseo.
Tienen nombres supuestos, divinamente sencillos.
Se llaman Dick o John, o Marvin o Louis.
En nada sino en la belleza se distinguen de los mortales.
Caminan, se detienen, prosiguen.
Cambian miradas, atreven sonrisas.
Forman imprevistas parejas.

Sonríen maliciosamente al subir en los ascensores de los hoteles
donde aún se practica el vuelo lento y vertical.
En sus cuerpos desnudos hay huellas celestiales;
signos, estrellas y letras azules.
Se dejan caer en las camas, se hunden en las almohadas
que los hacen pensar todavía un momento en las nubes.
Pero cierran los ojos para entregarse mejor a los goces de su encarnación misteriosa,
y, cuando duermen, sueñan no con los ángeles sino con los mortales.


Nocturno en que nada se oye

En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Youth for HUMAN RIGHTS: Compromiso para todos





Publicado por: Gabriela Sáenz

A veces percibimos el derecho a recibir educación, un trato justo y a expresar nuestros pensamientos a viva voz como una realidad social cubierta, incluso si es deficiente, pero, ¿qué pasa cuándo no es así? cuando en el laberinto de nuestras entramadas y complejas sociedades modernas estos derechos básicos e inalienables con nuestros niños y jóvenes no se acatan; cuando los recursos se invierten en otras formas menos "onerosas" o más productivas... cuándo hay un sólo niño que padece abuso, en cualquiera de sus formas... hambre?

La serie de videos de la asociación Youth for Human Rigths nos recuerda el compromiso que tenemos como miembros adultos hacia nuestras comunidades (donde quiera que nos encontremos) de hacer palpable para todos, y en todo momento, esta consigna.




Pues, indudablemente, una sociedad sin Justicia (así, con J mayúscula) está condenada a la extinción, a la pobreza, al debilitamiento de sus recursos y a la Guerra.

Por un mundo de Paz (de nuevo, con Mayúscula) debemos asirnos a las iniciativas de aquellos valientes que se atreven a promulgarse en pos del Bien común; de quienes Educan en el mejor de los términos, en la Equidad, en la bonanza y en la escucha; en el atender, en ése tender puentes al diálogo, a la solución: en promover la Convergencia que sólo puede conducir al estado de armonía para el que el Hombre fué creado, y al que aspira, en su fuero íntimo, como fuente de realización plenaria.

sábado, 19 de septiembre de 2009

ANDAMIOS.Extracto del libro de Benedetti


Fragmentos de MARIO BENEDETTI

ANDAMIOS.-

“Nadie viene por él”, rezongó como disculpa. Sin embargo, allí estaba, tras un sendero de yuyos disparejos, la placa sucia y mustia, más vieja que su cuerpo de piedra, desprovista de flores. La última “morienda” (no vivienda) del cholo que escribió: “Todos sudamos, el ombligo a cuestas, / también sudaba de tristeza el muerto”. Trilce. Triste y dulce. Dulce y triste sudaba el muerto en su soledad, el muerto que allá lejos y hacía tiempo había escrito: “Padre polvo, terror de la nada”. “Nadie viene por él”, había sentenciado el escuálido tutor de osamentas, y quizá fuera cierto. Nadie viene por él pero en cambio van a sus libros, por sus poemas. Y los poemas no caben en fosas. Por eso vuelan. Como pueden, cuando pueden, pero vuelan…”

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Mi cuerpo es mi genuino patrimonio.

En él están escritos el cuerpo de Raquel

y el cuerpo de Rocío.

De otros no tengo rastros

o al menos no me importan

los turbios arabescos de su caligrafía.

¿Dónde este cuerpo habrá dejado huellas?

¿Qué otro cuerpo leerá

la abandonada letra de mi piel?

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Mi cuerpo, este cuerpo,

Es lo único mío.

Así, gastado y todo,

con sus pozos de tiempo,

sus lunares testigos,

su archivo de caricias

y sus escalofríos.

Mi cuerpo abre los ojos

y se intuye, se mide,

abre los brazos

y se despereza,

abre los puños

y se desespera.

Se somete a la ducha,

esa copia inexperta

de la cándida lluvia

y se limpia de nadas

y de espumas.

Mi cuerpo se transforma

en mi cuerpo de veras:

vale decir mi cuerpo de Rocío.

Tiene memoria de sus manos finas

más de pianista que de guerrillera,

de su cintura trémula y benigna,

de su fervor de cicatrices huellas,

de sus piernas abiertas al futuro,

como nudo de cábala

o remanso nocturno.

Mi cuerpo de Rocío

a veces se contagia de Rocío

y se confunde con su levedad.

Confieso y me confieso

que en el silencio ingrávido del alba

vacío como siempre en mi desvelo

me planteo una duda sin bengala:

cómo será para Rocío

su cuerpo de Javier,

cómo será para Rocío

mi cuerpo del placer,

moldeado por ella,

anuncio de estas manos

que a su vez la moldean.

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Cada día lo veo con mayor nitidez:

mi cuerpo, este cuerpo, es lo único mío,

mi casa solariega, mi propiedad antigua.

Qué pobreza, qué lujo

de futura ceniza.

Viajo por él sin guía y sin resguardo

y como en un safari recorro sus penurias,

sus abras y archipiélagos,

sus redes varicosas,

sus manchas y suturas,

sus rótulas tarpeyas,

y hasta las cicatrices, ese agüero

del mañana que acecha.

No hay duda que mi cuerpo es lo único mío,

mi testamento ológrafo,

mi conveniente nada, mi destino,

pero también mi dulce

memoria de Rocío.

Estiro con la yema

de mi pulgar villano

las costuras del tiempo,

pero no bien la quito

renacen y se afirman

todos sus amuletos.

La cabeza candela no existe como faro.

Es la que atiende y juzga,

la que asimila y sueña,

la que se subordina

y a veces se subleva,

la que espera el regalo

de otro cuerpo a la espera,

la que organiza tactos

y visiones y yugos

y resume en su piel

el pellejo del mundo.

Pese a todo mi cuerpo

es lo único mío,

mi propiedad antigua.

Qué pobreza, qué lujo

de futura ceniza.



Mario Benedetti nació en Paso de los Toros, Uruguay, en 1920.

Se educó en un colegio alemán y se ganó la vida como taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario público, periodista, traductor.

De 1945 a 1975 hizo periodismo en el semanario Marcha, clausurado en esa fecha por la dictadura.

Es autor de novelas, cuentos, poesía, teatro, ensayos, crítica literaria, crónicas humorísticas, guiones cinematográficos, letras de canciones.

Ha publicado más de 40 libros y ha sido traducido a 18 idiomas.

Sus novelas y cuentos fueron adaptados a la radio, la televisión y el cine.

Su teatro ha sido representado en más de diez países.

Fue director del Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas, en La Habana, y del Departamento de Literatura Latinoamericana, en la Facultad de Humanidades de Montevideo.

Tras el golpe militar de 1973, renunció a su cargo en la Universidad y tuvo que exiliarse, primero en Argentina, y luego en Perú, Cuba y España.

sábado, 12 de septiembre de 2009

ROCHA MAIA: Y la alegría del NAIF




Publicado por: Gabriela Sáenz

Pintor autodidacta, prefiere los usos y espacios cotidianos brasileños como tema de sus obras. En los últimos 30 años reside en Brasilia, donde construyó el Atelier Luz Dorada junto con su esposa, también artista plástica H. KazuMaia. Catastrado como Artista Profesional en DF, Miembro de la Sociedad de los Artistas Plásticos de Brasilia y Director Social de la Sociedad de los Artistas Plásticos de Brasilia de 2006 hasta 2008. Afiliado al Sindicado Nacional de los Artistas Plásticos en São Paulo y al Comité de AIAP – UNESCO – Association Internationale des Arts Plastiques. Socio de la Sociedad Valpariesense de Artistas Plasticos.

Un vasto curriculum vitae y numerosas exposiciones individuales y colectivas, respaldan la experiencia de este prolífero artista brasileiro que ha optado por hacer del NAIF y su lenguaje colorista, uno plagado del simbolismo alegre de su tierra y su legado a la cultura mundial.

DESCRIÇÃO DO QUADRO DO ARTISTA ROCHA MAIA

Por: Paco De Assis Galería ARTE E CULTURA Sao Paulo, Brasil.

Título: Circo das Artes.

Medidas: 180 cm x 113 cm altura x 22 cm de largura lateral.

Material: Utiliza reciclagem de tapete como base para tela grossa, pintura em técnica mista, montado em chassis de maderia.

Ano : 2007

O artista procurou representar, numa mandala primitiva, a maqueta de um shopping de arte e cultura brasileira, por ele sonhado, para ser instalado em Brasília.

Do lado A da tela foram compostos os elementos de transporte do público e do lado B os elementos de suporte e infra-estrutura. Nas laterais C e D apresentam-se as alamedas de lojas destinadas a acolher os ateliês e estúdios de artistas de todos os tipos de manifestação da arte brasileira. Chegando ao centro do quadro, o artista elaborou a grande tenda que dá nome à mandala: Circo das Artes. Cercando esta parte, como área de circulação de público, Rocha Maia concebeu uma ampla praça de alimentação, onde os ícones do fast-food levariam o sabor da culinária regional.

Finalizando, o artista aplica nos quatro cantos, grandes lonas com as máscaras das artes visuais e dramáticas, com locais para acolher cinema e teatro, ficando entre essas partes da mandala dois palcos em que estão representadas expressões de arte clássica (Balé) e popular (Boi Bumbá). Com dois elementos muito característicos da representação da visão de negócio cultural que ele deseja ver associada ao Circo das Artes, o artista afirmou o sentido comercial com duas enormes bilheterias.

Mais uma vez, nesta obra, Rocha Maia afirma sua posição contemporânea, para tratar como pintor naïf, os elementos do cotidiano, ainda que simplesmente tudo não passe de um grande sonho.