Publicado por: Gabriela Sáenz
El trabajo poético de Dalí Corona posee ése cáliz, siempre inexplicable, de soledad. Tatua con su belleza y oscura luminosidad el estigma intrasferible de abismo, que imprime en el alma de quien habita. Transita lechos y duerme bajo la almohada: es cómplice y asesino; sucumbe al plagio del delirio nocturno, y acaba por devorar todo universo asible -o no- de quien abraza (debiera ser abrasa).
Sin embargo, ¿cómo deshacer el hechizo? ¿cómo evitar la mirada pertináz que se escurre en la propia pupila? Dalí Corona evoca con su Palabra un espejo: en el me veo reflejada; y el eco, contundente y letal, dibuja y acaricia mi perímetro.
Desbaratado Grito.
V
Lo que muerde, lo que habita, lo que yace cautivo entre la sangre
como un ruido de pasos que se niega a abandonar la alcoba.
Lo que abruma. El sonido que revienta, el sonido que se escapa,
que yace dislocado y cae lento, baldío, solo.
El sonido y sus orillas, la región más delgada en que la mano palpa su propia soledad,
su propio invierno.
Esto como un embrujo, como un pequeño acantilado que se avista,
como si la muerte viniera a calzarme los zapatos.
Esto que traigo aquí metido entre la piel, entre la carne,
como un hoyo negro que se eriza, como una tristeza incontenible
que desborda en desaliento.
Esto que es calambre, puñalada, esto que es silencio;
muro de sombra inapagable, muro de espectro insostenible,
esto que eres tú: mi sangre, mi delirio, mi tristeza;
grieta en que la noche habita,
grieta en que la sombra cava.
ZURDO
"Y hubiera querido que Dios existiera y
no fuera sordo, para poder rogarle que me diera todo el
dolor que le tenia reservado."
Eduardo Galeano
I
Viejo e inacabable es el dolor que me transita
y me derrumba
como un golpe militar bien orquestado.
Magro dolor que se agolpa cuando cruje
cielo envuelto en gotas
de sangre, de polvo;
Viejo e inacabable es mi grito;
coagular de miedo, viento gris,
en veredas, en hospitales y comercios, en casas;
incendiario viento.
Mansamente vivo, viejo e inacabable, zurdo.
Repito: viejo e inacabable es el dolor que me transita,
que me puebla, que me exprime
más durazno que cereza, más torcaza que gorrión,
más dolor que furia.
Ráfagas biliares de mi amor que poco a poco muere
II
Está mano, Soledad, tiene el tacto de un león embravecido,
la sangre de un reptil;
mares de culebras que acercan tempestades.
Soledad: debió ser la madrugada la que quiso
incrementar mi llanto hasta perderte, debió ser la voz del moribundo,
la dolencia del ahogado, debió ser el cuerpo inexistente del delito.
Traigo el corazón bien puesto
todo hecho manglar gramo por gramo.
Traigo también mi voz de acero, la guadaña;
mi mano izquierda hecha tridente.
III
"Tocan a la puerta, mujer…
Es hora de los allanamientos."
Juan Bañuelos.
Tortura
¿ Quién de aquí
toca la voz simulando un alarido,
quién oscuro deletrea la carne con cuchillos,
quién ya no respira ?
Silencio: roto el cristal con tanta luz
alguien con las uñas intenta tocar un viento gris
azotando sal en mi ventana,
alguien tira dientes, huesos, brazos rotos
a mitad de la avenida, Silencio palpitando
palpitando, palpitando.
¿ Quién de aquí se apresta a disolverse,
quién ahoga su grito en pura sangre, en pura angustia,
quién de aquí lo ignora ?
Tocan a la puerta, mujer…
Es hora de los allanamientos,
de sacar los ojos, de perder las uñas,
de mirar solamente con las yemas.
Es hora ya de asistir a la tortura,
y congelar el grito.
IV
“Alguien toca el Dolor como si tocara un violín”
Ulises Córdova
Me he olvidado de mi nombre; la sangre que gotea de este verso
recuerda el extravío.
Aquí yace la sombra de mi vena
una mínima fracción dejada a la intemperie;
el llanto de la voz, la caricia postergada, Sombra
y nada más que sombra.
“Alguien toca el Dolor como si tocara un violín ”
lo desmedusa, lo corroe. Sangre iluminando,
sangre regada en todas partes.
Algo cruje, roe
mar hecho de lava, mar hecho de polvo;
cementerio cicatriz que abre y no coagula
que quiebra el sonido
y me revienta.
Aquí yace la voz y la mirada; lo que muerde,
mi nombre ardiendo en tanta lluvia, en gaviota.
Aquí vuelvo a decir que soy izquierdo,
zurdo de voz y de quejido; como un hilo de acero del que pende
el llanto ya difunto.
V
Fuertemente armado, mi corazón sale a la calle ardiendo muertos,
se incrusta alrededor de las paredes
como hojas que caen de los almendros.
Toda bruma, todo canto, todo cielo
es poca cosa comparado con mi sangre de limón y de hojarasca;
es mentira.
Enfebrecido hasta las botas, musito una voz que ya no es mía,
una palabra que lentamente se olvida en el paisaje;
comisura de labio, juglar de ombligo,
frías balas que atragantan mi voz marea adentro. Triste catarata,
tristísima caída.
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Dalí Corona ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas. Tiene publicados los siguientes poemarios: Voltario (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007) y Desfiladero (Chihuahua Arde, 2007).Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Efraín Huerta” de Guanajuato en su edición 2009.
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